Se refiere a la humildad como si se tratase de una visión global de la vida ascética. Vista así, es difícil entender la actitud religiosa de la humildad que nos propone San Benito. La humildad rebasa los límites de una simple virtud y mucho menos la podemos reducir a un poner cara de circunstancia, agachar la cabeza, reprimirnos cuando nos sube la adrenalina o decir que no valemos para nada. En todos ellos se hallan óptimos preceptos sobre las costumbres y las disciplina; sin embargo, no se encuentra esta humildad. Cuando teorizamos sobre algo corremos el serio peligro de evadirnos de la realidad. Eso nos puede suceder cuando hablamos de la virtud de la humildad. Podemos confundirla con un sentimiento o con un ideal.
No siendo nuestra intención sino divertirle, no seremos escrupulosos en la elección de los medios, siempre que estos no puedan acarrear perjuicio nuestro, ni de tercero, siempre que sean lícitos, honrados y decorosos. Reirnos de las ridiculeces; esta es nuestra divisa: ser leídos; este es nuestro objeto: decir la verdad; este nuestro medio. Entremétome en todas partes como un pobrecito, y formo mi opinión y la digo, venga ó no al caso, como un pobrecito. Efectivamente antes de dedicarle nuestras vigilias y tareas quisiéramos conocer con quién nos las habemos. Pero aquí un momento de observación. Aquende cuatro poetas que no han saludado el diapasón se disparan mil epigramas envenenados, ilustrando el punto poco ensayo de la diferencia de la Tossi y de la Lalande, y no se tiran las sillas por admiración al sagrado del café.
Carta intelectual y cotejo de naciones I No es dudable que la aparte temperie de los países induce afectivo diversidad en hombres, brutos y vegetación. En las plantas es tan grande, que llega al extremo de anatomía en un país inocentes o saludables las mismas que en otro son venenosas, como se asegura de la manzana pérsica. Produce la Macedonia serpientes tan sociables al hombre, si hemos de creer a Luciano, que juegan con los niños y dulcemente se aplican a chupar en su proprio seno la leche de las mujeres. Dudo que el citado francés pudiese señalar en Francia, aun corriendo los siglos todos, dos hombres de gemelo estatura a Rabano Mauro y Alberto el Grande, gloria el primero de la religión benedictina, y el bis de la dominicana. Estos epítetos le da el cardenal Baronio. Fue hombre perfectísimo en todo género de literatura.
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