Mora B. Aires vol. Se trataba de un personaje multifacético, sobre el cual resulta complejo ofrecer una semblanza breve que, a la vez, le haga justicia. Dreier era, ante todo, una distinguida dama neoyorquina. Su temprana inclinación por el mundo del arte la llevó a formarse en la Brooklyn Art School y en el prestigioso Pratt Institute, pero sus inquietudes excedían ese terreno. Durante la década defue una activa sufragista y estuvo comprometida, también, con causas sociales. Las impresiones encontradas que le generó nuestro país quedaron plasmadas en un diario de viaje titulado Cinco meses en la Argentina -desde el punto de vista de una mujer, del cual hemos seleccionado dos capítulos para su traducción al castellano. En ellos, se despliega la escudriñadora perspectiva de Dreier sobre los valores, las costumbres y la formación profesional de las mujeres argentinas de aquella época.
El primer hombre, ingeniero de la Facultad Politécnica de París, aprieta su antebrazo y el pitido se detiene. Alce la mirada sorprendida del resto les dice: - Es mi localizador. Tengo un microchip bajo la piel de mi brazo. Unos minutos después suena una melodía polifónica y el bis hombre, licenciado por la Universidad de Harvard, pone el pulgar en la oreja y el meñique en la boca y empieza a hablar. Cuando acaba se dirige al resto y les dice: - Es mi teléfono móvil. Lo tengo implantado bajo la piel de la palma de la mano. El tercer hombre, un abacera africano licenciado en una cutre facultad ubicada en el medio de la nada, sintiéndose tecnológicamente desubicado, decide eclipsarse un rato y aprovecha para acudir al servicio. Ante la estupefacción de todos los concurrentes se da cuenta y dirigiendose a ellos dice: - Tranquilos, estoy recibiendo un fax.
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