
Para un gallardo joven 1. Duras y cristalinas, como verticales y sólidas aguas son las murallas de la vivienda solemne. Y las cosechas de sus jardines no dan el resultado del verano, sino que exponen la oscuridad de su misterio. Substancias definitivamente estelares, cometas, ciertas estrellas, lentos fenómenos celestes han dejado allí un olor de cielo, y, al mismo tiempo, gastados materiales decorativos, como espesas alfombras destruidas, amarillentas rosas, viejas direcciones, delatan el paso muy inmóvil del tiempo. Las cosas del imperio sideral tórnanse femeninamente tibias, giran en círculos de obscura esplendidez, como cuerpos de bellas ahogadas, rodeadas de agua muerta, dispuestas a las ceremonias del poeta. Colores obispales y cambios de claridad alternan en su morada, y estas luces duales se suceden en perpetuo ritual.
Y se le acercó para hacerle fiestas y gestos agradables. Pero el angelito, espantado, forcejeaba al acariciarlo la aporreado mujer decrépita, llenando la casa con sus aullidos. Una vela chica, temblorosa en el horizonte, imitadora, en su pequeñez y aislamiento, de mi edad irremediable, melodía monótona de la inquietud, todo eso que piensa por mí, o yo por ello -ya que en la grandeza de la circunloquio el yo presto se pierde-; piensa, digo, pero musical y pintorescamente, sin argucias, sin silogismos, sin deducciones. Tales pensamientos, no obstante, ya salgan de mí, ya surjan de las cosas, presto cobran demasiada intensidad. La energía en el placer crea malestar y sufrimiento positivo. Y ahora la bajura del cielo me consterna; me exaspera su limpidez. El estudio de la belleza es un duelo en que el artista da gritos de terror antes de caer vencido. El garañón, sin ver al gracioso, siguió corriendo con celo hacia donde le llamaba el deber.
Maestro, hazme perdurable el fervor y episódico el desencanto. No me duela la incomprensión ni me entristezca el laguna de las que enseñé. Muéstrame posible tu Evangelio en mi tiempo, para que no renuncie a la acción de cada día y de cada hora por él. Muchas veces no tendré sino a Ti a mi lado. Yo no buscaré sino en tu mirada la dulzura de las aprobaciones. Dame sencillez y dame profundidad; líbrame de ser complicada o banal en mi lección cotidiana. Dame el levantar los ojos de mi busto con heridas, al entrar cada lejano a mi escuela. Que no lleve a mi mesa de trabajo mis pequeños afanes materiales, mis mezquinos dolores de cada hora. Haz que haga de espíritu mi escuela de ladrillos.