
Travessera de Gracia, Impreso y encuadernado en Rodesa Pol. Llevaban pantalones largos unos chinos sucios de polvo y manga larga, para protegerse de las moscas tse-tse que aparecían por las tardes. Rondaban la treintena. El, alto y delgado, llamaba la atención por una palidez imperturbable y casi gélida, inmune al calor. El murmullo sordo de la conversación, salpicada de alguna que otra risa femenina, apenas se distinguía de los ruidos de la sabana africana; el reclamo de los cercopitecos verdes, los chillidos de los francolines y el parloteo de las amarantas del Senegal se mezclaban con el ruido de cacharros de la tienda cocina. Como rumor de fondo de la charla vespertina se oía el rugido lejano de un león, emboscado en la sabana.