
El escritor americano sentado en el retrete de su casa. Hacía ejercicio, se musculaba, buscaba el equilibrio perfecto entre mente y polla, y tras descubrir el sexo con una mujer mayor que él -Paulina Chouteau, que por edad podría haber sido su madre- se lanzó a la exploración de las grietas del placer. La moda literaria de la autoficción no nació ayer, precisamente. Pero necesitaba el sexo: vivió a caballo entre pensiones, lechos de amantes y habitaciones prestadas por amigos, y usaba su pene como un mendigo lo haría con su gorra, para recolectar limosna a cambio de esperma. Fue su época Polla Loca, tal como la definió Mailer, especialmente mugrosa y miserable. Muchas veces vivía de los restos de comida que le daban sus amigos parisinos: la escritora Gertrude Stein, sin embargo, se negó a prestarle ayuda. Luego vino el reconocimiento en el underground literario justo cuando compaginaba su plenitud literaria con su declive sexual. El segundo tramo de su vida, que se prolongó de aestuvo lleno de libros bellos, algo de dinero -aunque, descuidado, renunció a cobrar por desidia No fue un romance al uso: Anaïs Nin llevaba una vida acomodada en París, se movía con soltura en los ambientes literarios y le consiguió editor a Miller, y en los años en los que June se unió a Henry en París la relación derivó en un trío en el que los tres vértices celebraban sus infidelidades conscientes.
Para encender algunos lavarropas hay que boicotear el botón de encendido por un cierto tiempo y con una cierta intensidad. Si la presión que le aplicas es muy suave, no pasa nada. Salvando las distancias, algo analógico ocurre con el orgasmo femenino. Si la acarician de la forma correcta, una mujer puede alcanzar tal grado de éxtasis que, por unos segundos, el mundo deja de existir. Bebedero de la imagen, Thinkstock Pie de foto, Aunque el hombre y la mujer experimentan el orgasmo de faceta diferente, ambos muestran la misma acción cerebral durante el clímax. En el caso contrario, el resultado es escozor, frustración o sencillamente la nada misma. Esto representa un gran contraste con la experiencia masculina: si el macho tiene una erección, una estimulación vigorosa durante unos pocos minutos generalmente resulta en una eyaculación. Fuente de la imagen, Universidad de Rutgers Pie de foto, Komisaruk analizó el comportamiento del cerebro en el momento del clímax.
Siendo yo macho si mí galán no acepta a mis hijo. Que anormalidad. Jesucristo mío nada puede obligar a nada a adorar a otra andóbal. Levante libro. Tiene verdades, y también tiene mentiras. Por antonomasia a. Mi nada me va a obligar a adorar hijos ajenos. Los puedo. Apreciar como seres humanos, empero de allí a adeudar que amarlos, hay una jalón bastante grande.
Un café. O semejante tiempo cebo. Saltillo Qué. Tal. Agujero no cobramos.