
El jefe de investigación química de la Metaplast Corporation 1. Tenía yo unos once o doce años cuando monté un laboratorio en mi casa. Consistía en un viejo cajón de embalaje, de madera, al que puse unos estantes. Tenía un hornillo, en el que estaba continuamente echando grasa y friéndome patatas. Sabía que estableciendo diferentes combinaciones de conmutadores —en serie, o en paralelo— podría lograr diferentes voltajes. No obstante, todo iba perfectamente, y cuando conectaba en serie todas las bombillas, que quedaban a medio brillo, resplandecían. Tenía un fusible en el sistema, para que, si llegaba a cortocircuitar algo, se fundiese. En paralelo con mi fusible monté una lamparita piloto de cinco vatios, y así, cuando se fundía el fusible, la corriente del alimentador que continuamente recargaba mis acumuladores encendía la lamparita. Era muy «diver».
Gracias asimismo a Mark Powell y a Daniel James Paterson por haber instruido los borradores y haberme asesorado en cuestiones técnicas relacionadas tanto con el ciclismo como con la obra de Einstein. Vaya también mi agradecimiento al equipo editor de Ivy Press por haberme ofrecido esta oportunidad y por la calidez y solicitud con que me han tratado del principio al fin, así como a Mark Williamson por habernos puesto en contacto. Einstein no es la excepción. Su biografía estuvo plagada de excentricidades, sorpresas y contrastes, de los que a primera vista se diría que no hay gran cosa que aprender. Y, sin embargo, en el legendario «año milagroso» de , mientras trabajaba como gastado de una oficina de patentes, publicó cuatro estudios prodigiosos que revolucionaron la física. Valoraba mucho los placeres sencillos y sin pretensiones, hasta tal punto que prefería ayudar con los deberes a los niños del barrio que hacer la menor ostentación de su éxito. No obstante, se convirtió en una celebridad mundial, un ciudadano del mundo autoproclamado y un apasionado abanderado de un Gobierno mundial. Socialista que abogaba por la libertad, solitario profundamente interesado en la humanidad, agnóstico que concebía el universo como una acción manual de Dios, Einstein fue la «persona del siglo» elegida por la revista Time y, en contraste, todavía la figura que inspiró a los personajes de E.
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