
Salvador Antuñano Alea Si se asume que la vida humana es un valor absoluto y es inconmensurable, es necesario hacer todo lo posible para salvar la vida de una persona y por tanto, bastaría como condición suficiente la disponibilidad de una eventual madre. Y en ausencia de una pareja de padres estables, resultaría legítimo acudir también a mujeres solteras o con orientación homosexual —siempre que no presenten problemas en la esfera reproductiva, pues lo que hay que garantizar es la vida del embrión—. Respuesta: Evidentemente, la vida del embrión es el bien primero y es lo primero que hay que garantizar. Pero también hay que garantizarle, en la medida de lo posible, un recto desarrollo personal. La vida del embrión no es sólo una vida biológica, sino una vida humana personal. Y eso pasa por regular la adopción prenatal, como se hace con la adopción de los ya nacidos, de forma que se implanten los embriones en aquellas mujeres que pueden ofrecer garantías de un buen desarrollo personal e integral al hijo. Respuesta: Hay que mantener, de nuevo, la diferencia de los actos morales como ya se dijo al inicio y de los derechos fundamentales. Todos esos valores reconocidos por una antropología personalista son valores jerarquizados en función de un valor primigenio y anterior a todos ellos —como que es el supuesto y condición necesaria para que se den-: la vida humana. La vida humana tiene prelación sobre esos valores enunciados, no en el sentido que se pueda «producir» sin ellos o contra ellos, sino en el auténtico sentido de que si no hay vida humana no se dan tampoco esos valores.
De no ser por ese estrecho intercambio entre nuestros ancestros, la conservación y construcción de la humanidad se hubiera frustrado. Si recorremos la historia moderno, recordaremos que es a partir de la modernidad que triunfan valores antiguamente despreciados: progreso, comunicación, felicidad, libertad, y por supuesto, individualidad. Con el fama del capitalismo en el siglo XIX queda coronada la primacía del individuo. Basta recordar que, de manera especial las mujeres, requerían de un macho que las sostuviera pues no tenían manera de independizarse. La soltería en general era mal vista y de dudosa reputación. El incremento de la esperanza de vida. La ya mencionada incorporación de las mujeres al alhóndiga laboral. La revolución en las comunicaciones. Forman grupos con personas que comparten intereses y valores.