
Algo distingue a las personas que son felices: un rubor en las mejillas, un brillo especial en los ojos, un micrófono en la solapa. Cambié de actitud…». Los filósofos se han afanado en este asunto durante generaciones sin obtener nada solvente. La gente feliz se amontona en los platós, en las firmas de libros de autoayuda, en las charlas del TED. La mayoría de estos discursos tiene una estructura parecida: yo tenía todo lo que la sociedad decía que hay que tener rentas, prebendas, loores, canonjías, encomios y aplausospero no era feliz; entonces, en un encuentro inesperado con un sabio, un coche en dirección contraria o vaya usted a saber me reveló el sentido de la vida.
Él, esperando con su chaqué hecho a medida y los gemelos bañados en oro decorando los puños de su camisa. Familiares por doquier ataviados con pamelas y pajaritas. Una orquesta tocando de fondo un vals -mejor antedicho, EL vals- y cientos de móviles retransmitiendo en directo la estampa. No, no estamos describiendo una escena de telefilme. Casarse por todo lo alto es el sueño compartido por miles de personas en el mundo. Claro que para llegar a este edad hace falta que dos personas se dirijan al altar, y no siempre es tan sencillo encontrar a algún que quiera casarse con uno. Brete que sobrepasa cualquier rango social y afecta también a los superricos hombres de mediana edad.
Por eso debemos entender cómo son las relaciones afectivas con personas inseguras, esas cuya baja autoestima deriva en unos celos obsesivos, en querer hacernos cautivos de sus miedos y desconfianzas obsesivas. Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater. Son esos perfiles que viven con la duda constante, con una baja autoestima que les carcome. Cuando el miedo manda sobre todo nuestro universo personal, todo va a la deriva. Puede que no lo notemos hoy, puede que no lo percibamos mañana, pero la inseguridad da forma a grandes francotiradores emocionales. Define a personas que se atrincheran tras sus sombras, sus dudas y desconfianzas mirando el mundo desde la barricada. Por otro lado, sabemos que cada uno de nosotros presentamos también ciertas inseguridades.
Ay, la pareja. Si hay un lugar donde nos sentimos dichosos e infelices a partes iguales, ese suele anatomía el de la pareja, fuente de felicidad y fuente de sufrimientos. Porque si algo tiene la pareja es que es un espejo en el que nos miramos todos los días y que nos devuelve lo mejor y lo peor nuestro. Uno de los grandes déficits que solemos adeudar a la hora de estar en pareja es el de no arrepentirse su apoyo. El otro día me lo comentaba una clienta de coaching quien me decía que sentía que ella tenía que tirar para adelante con todo lo de la apartamento, con su trabajo y con los buenos hijos. Sentía que no podía apoyarse en su pareja y que la responsabilidad de todo caía en ella, lo que en este edad le abrumaba e incluso le llevaba a plantearse salir de esta relación. Trabajar desde lo que nos sucede a nosotras, punto de partida En ese caso, le propuse trabajar con aquello que le estaba sucediendo a ella. Si te das cuenta, el no sentir el apoyo del otro u otra es algo que es tuyo. Es una percepción tuya, una idea.